jueves, 2 de diciembre de 2010

ÉTICA Y POLÍTICA EN PLATÓN


Lo primero que habría que advertir al hablar de la ética platónica es que el individuo se encuentra totalmente supeditado al estado, a la política. Su comportamiento resultará éticamente correcto cuando se conduzca como un buen ciudadano, actuando siempre con justicia: en la polis reinará la justicia sólo si en el alma del ciudadano reina la armonía y viceversa.
Conseguir la armonía y el equilibrio en el alma sólo será posible si cada una de las partes que la componen se ejercite en la virtud que le es propia. Así, la parte racional del alma, que se encuentra en la cabeza y es específica del hombre, separable del cuerpo, de textura divina e inmortal, deberá alcanzar la sabiduría, la sophía, y ser capaz de dirigir a las otras dos partes que Platón distingue en el alma humana:

Ø la concupiscible: ubicada en el vientre, material, mortal y corruptible, como el propio cuerpo; su misión es regir el deseo
Ø la irascible: ubicada en el pecho, material, mortal y corruptible, como el propio cuerpo; su misión es regir la voluntad. De ella depende que el ser humano sea capaz de superar el dolor y renunciar a los placeres

En la misma medida que la parte racional del alma dirige a las otras dos partes y se ejercita en la virtud que le es propia, la sabiduría, la parte concupiscible y la irascible cultivarán igualmente la virtud que les corresponde: la sophrosine y la andreia (moderación y valentía) respectivamente. Se persigue, en definitiva, un gobierno del cuerpo conforme a lo inteligible y lo perfecto, las ideas. Dirigida por la razón, la parte irascible adquirirá el valor y la fortaleza precisas para no sucumbir al embrujo de los placeres corporales, que, a su vez, se encontrarán matemáticamente comedidos y moderados.
De esta manera, el alma alcanzará el equilibrio y la armonía, la justicia, lo que Platón denomina “dikaiosine”

Pero esta dikaiosine que busca el alma sólo será posible si el ciudadano que tiene la suerte de desarrollar su vida en una ciudad perfectamente gobernada.
Platón, enemigo de la democracia ateniense, en la que los cargos políticos se desempeñaban por sorteo, sin atender a las cualidades de aquél que los ejercía, postula una ciudad ideal gobernada por aquellos que hayan llegado al conocimiento de las ideas y sean capaces de poner en práctica lo que realmente sea la justicia; propondrá que sean los filósofos, en tanto que sabios, los que asuman la responsabilidad de gobernar. Este dirigirá la ciudad a la luz de las ideas eternas de justicia, bien y belleza.
Nos encontramos ante un sistema aristocrático y elitista, ya que gobiernan los mejores en virtud y en saber.
Para conseguir este objetivo, Platón propondrá un duro proceso educativo tendente, no sólo a seleccionar a los más aptos para el gobierno, sino también a determinar el puesto que a cada ciudadano le corresponde en la polis, de acuerdo con la naturaleza predominante en su alma. Su proyecto pedagógico será opuesto al de los sofistas, quienes, partiendo de una concepción totalmente pasiva del educando, defenderán la posibilidad de inculcarle conocimientos y virtud. Platón, por su parte, defenderá que es el propio educando, con su esfuerzo y bajo la correcta dirección, quien deberá ir descubriendo, poco a poco, desplegando la racionalidad dialéctica, las auténticas realidades, apartándose de lo sensible y material, donde jamás hallará la verdad y el bien.
De esta forma, y en relación al carácter tripartito del alma, Platón distinguirá tres clases sociales:

Ø la de los productores, configurada por aquellos ciudadanos en los que predomina la parte concupiscible del alma. Serán los campesinos, artesanos y comerciantes, ocupados básicamente en conseguir el sustento diario para toda la polis.
Ø la de los guardianes, configurada por aquellos en los que domina la parte irascible del alma. Su misión es defender al Estado. Al igual que los gobernantes, a esta clase le sustrae Platón el derecho de poseer propiedades privadas, pues su entrega a la tarea común debe ser total y, en consecuencia, no deben tener más interés que el de la comunidad. Platón concede a los hombres y mujeres pertenecientes a esta clase los mismos derechos, obligaciones y les exige el mismo tipo de educación.
Ø la de los gobernantes, constituida por aquellos en los que predomina claramente la parte racional. Son elegidos ente los guardianes y fundan su superioridad en el saber, una forma de inteligencia que implica, además, generosidad, altruismo e idealismo. Su misión será legislar, tendiendo siempre presente la más rigurosa justicia, ya que esta virtud será la que haga posible que el resto de virtudes se arraiguen en la polis

Todo ello dará lugar a una ciudad-estado perfectamente estructurada, que posibilitará, a su vez, que los ciudadanos cultiven las virtudes de su alma que les corresponda, desembocando todo ello en una sociedad en la que no sólo reine la justicia, sino incluso en la que resulte racionalmente imposible que se den situaciones injustas o que anide la corrupción.
Se trata, en definitiva, de una concepción política de carácter estatalista, pues se antepone el bien del estado al individual y organicista, pues cada parte de la ciudad ideal debe desempeñar su función específica en beneficio, no de esas partes, sino de la comunidad entera.

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