jueves, 19 de mayo de 2011

PRINCIPALES TEMAS Y REPRESENTANTES DE LA FILOSOFÍA DEL SIGLO XX

PRINCIPALES TEMAS Y REPRESENTANTES DE LA FILOSOFÍA DEL SIGLO XX

Tras la filosofía crítica de Kant el Idealismo alemán se convertirá en la corriente predominante en la Europa continental, a través de Hegel.
El existencialismo de Kierkegaard, tanto como el marxismo y el vitalismo de Nietzsche serán, en buena medida, una reacción al Idealismo hegeliano que, en cierto modo, consagra la identificación del yo trascendental kantiano con el Dios del cristianismo.
En Gran Bretaña, el desarrollo del positivismo utilitarista con Bentham y J.S. Mill se inspira en los principios del empirismo, distinguiéndose del positivismo "idealista" del francés A. Comte; en ambos casos, no obstante, se da una preocupación por los temas sociales y por el bienestar de la humanidad que, aunque en una dirección distinta, compartirán con el marxismo.
Por lo demás, el desarrollo de las ciencias y sus continuos éxitos hacen tambalear los cimientos de la filosofia, que se ve sometida a fuertes críticas por parte de los defensores del pensamiento científico, que encuentran en la ciencia el paradigma del conocimiento verdadero.
Hacia finales del siglo XIX, al desarrollo del historicismo en Alemania, con Dilthey, y del pragmatismo en los Estados Unidos, con Pierce y W. James, hemos de sumar el desarrollo de la fenomenología con Husserl.
En el siglo XX destacarán además los representantes del Filosofía Analítica, como Russell y Witgenstein, del Estructuralismo, como Lévi-Strauss, del Existencialismo, como Sartre, o los de la Escuela de Frankfurt, como Adorno, Horkheimer y Habermas.
Hacia finales de siglo, destaca la actividad de los filósofos posmodernos y posestructuralistas, como Jacques Derrida, que renuevan la crítica a las tradiciones filosóficas desde posiciones muy alejadas de las llamadas metafísicas de la presencia.

COMPARACIÓN DE RUSSELL CON OTROS AUTORES Y CORRIENTES

Con respecto al empirismo, Russell continuó la tadición empirista al intentar encontrar los últimos elementos que constituyen el lenguaje, que se corresponden a su vez con los últimos elementos que constituyen la realidad. A este respecto, Russell afirma que, a pesar de sus limitaciones, el empirismo es la mejor teoría de la que disponemos. Russell señala que los elementos últimos de la realidad, de los cuales tenemos un conocimiento directo, inmediato y certero son los datos sensibles que percibimos, los cuales no son meras sensaciones ni simples contenidos de mi conciencia, sino datos reales independientes del sujeto. A partir de estos datos sensibles construimos los objetos físicos de nuestra experiencia, que tradicionalmente se han denominado las sustancias, y que son construcciones lógicas. Por lo tanto, en esta época Russell se aleja del fenomenismo característico de Hume, según el cual el conocimiento directo, inmediato y seguro que yo poseo es de mis impresiones.
En cuanto al otro polo del conocimiento, el sujeto (sustancia espiritual en Hume), Russell señala que tenemos un conocimiento natural del yo que conoce, quiere o desea, pero que ese yo o persona está constituido por una serie determinada de experiencias, acercándose a la posición que mantuvo Hume acerca de la sustancia espiritual.
· Respecto a KANT, Russell señala que los elementos a priori del conocimiento, son en verdad leyes de la realidad. Si fueran leyes del pensamiento podría ocurrir que cambiara la naturaleza humana (por un proceso evolutivo) y tuviera como consecuencia que también cambiaran los principios más básicos de la lógica y de las matemáticas, es decir, que pudiera darse que 2 + 2 no fuera 4, lo cual parece inadmisible. Russell se centra sobre todo en destacar que el principio de contradicción es un principio de la realidad más que del pensamiento.
· Rusell aceptó durante su formación en Cambridge Russell el idealismo hegeliano, pero ya en el año 1898, con la ayuda de Moore se liberó y se alejó del mismo. Russell adoptó una posición realista en cuanto que consideraba que la realidad estaba formada por una miríada de cosas independientes entre sí.
· WITTGENSTEIN. En la elaboración del atomismo lógico la influencia es recíproca. Wittgenstein le dio a Russell antes de la Primera Guerra Mundial algunas notas sobre varios puntos lógicos. Y esas notas, junto con las conversaciones que ambos tuvieron en Cambridge influyeron en el pensamiento de Russell. De hecho, en el prefacio a las conferencias de 1918 sobre la filosofía del atomismo lógico, anota que tratan en gran parte de ideas aprendidas de Wittgenstein. Pero también es cierto que la exposición del atomismo lógico de Wittgenstein refleja una importante deuda para con Russell.
En la segunda etapa del pensamiento de Wittgenstein, éste se dedicó al análisis del lenguaje ordinario y aceptó la existencia de distintos juegos del lenguaje, distintos y tan válidos como el lenguaje científico, posición que no fue compartida por Russell.
· POSITIVISMO LÓGICO. Moore y Russell fueron los iniciadores de la filosofía analítica y junto a Wittgenstein ejercieron una enorme influencia en el positivismo lógico. Como hemos señalado más arriba, van a concebir la filosofía como una actividad cuya función principal es analizar el lenguaje para buscar la mayor claridad posible y para eliminar las dificultades, perplejidades y problemas de un mal uso del lenguaje. Así, para Wittgenstein la función básica de la filosofía es aclarar la función lógica del lenguaje y para los positivistas la filosofía es un saber auxiliar de la ciencia. Russell, como hemos leído en el texto, dio un gran valor a la filosofía en la formación espiritual del ser humano.
Los positivistas se caracterizan por un rechazo tajante a la metafísica, en cuanto que consideran que es un saber que no nos puede aportar informaciones sobre el mundo, sobre la realidad. Según Wittgenstein solo las proposiciones científicas nos aportan información sobre la realidad, y según los positivistas solo tienen sentido las proposiciones que se pueden verificar, y éste no es el caso de la metafísica. En Russell no encontramos esta oposición a la metafísica e incluso algunas de sus teorías las podemos encuadrar en este saber. En la actualidad existen distintas corrientes filosóficas que consideran que los sistemas metafísicos expresan visiones del
mundo que son estimulantes e iluminadoras, y realizan una gran labor de síntesis para ofrecernos una interpretación unificada de la realidad.

LA FILOSOFÍA ANALÍTICA: TEMAS Y RERPESENTANTES PRINCIPALES

LA FILOSOFÍA ANALÍTICA: TEMAS Y REPRESENTANTES PRINCIPALES

ü El giro lingüístico de la filosofía

El paso del siglo XIX al XX representó una auténtica convulsión en el ámbito de las ciencias, y de modo especial en las ciencias físicas y matemáticas: la teoría cuántica, la teoría relativista, las geometrías no euclidianas… Por esta razón renace el interés por comprender y analizar las teorías científicas. Analizar las teorías científicas exige analizar los enunciados por medio de los cuales se expresan.
En consecuencia, el propio lenguaje pasa a ser tema central en la reflexión sobre la ciencia.
A pesar de las diferencias teóricas, los avances prácticos de la ciencia son
espectaculares. Por eso la ciencia se constituirá una vez más, tal como ya ocurrió a lo largo de los siglos XVII y XVIII, tanto en objeto de la crítica y los análisis como en referencia y modelo del saber.
KANT nos hizo tomar conciencia en el siglo XVIII de que aquello que llamamos
conocimiento del mundo es el conocimiento del mundo que se manifiesta a los humanos. El siglo XX se abre con la conciencia de que este mundo humano se manifiesta necesariamente de manera lingüística. En consecuencia, del mismo modo que KANT propugnaba la crítica de la razón humana, ahora se impondrá la necesidad de realizar una crítica del lenguaje. Para bien y para mal, sólo en el lenguaje se nos manifiesta el mundo como mundo humano. La discusión sobre sus posibilidades, sus límites y sus excesos centrará buena parte de la filosofía del siglo XX. Si en la modernidad es procedente hablar de un giro antropológico, lo que ahora se produce es el llamado giro lingüístico de la filosofía.

ü Temas y representantes principales
La filosofía analítica constituye un amplio movimiento filosófico, originado en Inglaterra a partir de la obra de G. E. Moore y Bertrand Russell (este último influido por los matemáticos, y a la vez lógicos Boole y Frege), que adquiere, además, un enorme auge en EE.UU. y Austria.
Aunque dentro de este movimiento se pueden distinguir varias corrientes
todas ellas tienen en común los siguientes rasgos:

1. Mantienen una actitud empirista: la experiencia ha de ser la fuente de todo nuestro conocimiento, por lo que dan una gran importancia a los criterios para poder determinar la verdad o falsedad de los enunciados científicos, por ejemplo a través del criterio de verificación. En consonancia con esta concepción empirista muchos filósofos analíticos, aunque no todos, rechazaron la metafísica porque consideraban que sus afirmaciones son
carentes de sentido.
2. La función principal de la filosofía, y según algunos la única, se centrará en el análisis filosófico, consistente en descomponer los problemas filosóficos en elementos más simples, operación que nos permitirá comprender mejor su sentido, o descubrir que en realidad no había problema. En esta tarea tendrá especial relevancia el análisis del lenguaje, ya que algunos problemas y dificultades tienen su origen en el mal uso del lenguaje o en su carácter equívoco y ambiguo. Por eso debemos a los filósofos analíticos un espíritu de cautela y claridad al hacer filosofía, espíritu que echamos en falta en
otros muchos filósofos.
3. Los filósofos analíticos consideran que la filosofía no es un saber con contenido propio, sino que es una actividad de segundo grado (no estudia la realidad, sino que analiza los saberes que sí que la estudian, por ejemplo, las ciencias) centrada casi exclusivamente en el análisis de problemas de tipo lógico o lingüístico. Trataron con especial profundidad los problemas de la Filosofía de la Ciencia, centrando su atención en el análisis de cuestiones metodológicas y en la fijación del criterio de significado que nos permite determinar si un enunciado teórico se refiere o no a hechos, y por lo tanto lo
podemos catalogar como científico o no. También hicieron sutiles análisis metaéticos sobre el significado y uso de los términos morales: bueno, justo, intencionado, involuntario…, sobre las peculiaridades del lenguaje religioso, etc.
Precisamente este tercer punto es el que permite distinguir, ya desde los inicios del movimiento analítico, dos corrientes diferenciadas: (1) Los que, a partir de Russell, tratan de encontrar las expresiones lingüísticas mínimas (algo así como átomos lingüísticos) para, a partir de ellas, construir un lenguaje perfecto que, al margen de las ambigüedades del lenguaje común, pueda ser usado con absoluta precisión en el tratamiento de problemas
científicos. A esta filosofía se la ha denominado a veces filosofía del lenguaje ideal. (2) Los que se dedican a descomponer el lenguaje común para eliminar las incorrecciones de su funcionamiento sin recurrir a su conversión en lenguaje lógico (supuestamente perfecto). A esta postura se la ha denominado filosofía del lenguaje corriente.
La filosofía del lenguaje ideal
Para esta corriente, originada en Russell, el análisis tiene como misión llevamos a distinguir los problemas reales de la ciencia de aquellos problemas (pseudoproblemas) que surgen debido al mal empleo del lenguaje (casi todos los problemas de tipo filosófico). El lenguaje común incurre inevitablemente en este tipo de pseudoproblemas, de ahí la necesidad de construir un lenguaje perfecto. Este lenguaje perfecto tiene que ser desarrollado por los procedimientos de la lógica, por lo que van a subordinar sus estudios a
esta disciplina. Para la constitución de tal lenguaje perfecto será necesario descomponer el lenguaje en sus elementos mínimos o simples (dando origen con ello al «atomismo lógico») que se han de corresponder con los hechos simples de la realidad. Dentro de esta corriente analítica que hemos denominado «filosofía de lenguaje ideal», pueden distinguirse, a su
vez, dos subcorrientes:
a) El atomismo lógico: desarrollado fundamentalmente por Russell y el
primer Wittgenstein.
b) El positivismo lógico (también llamado «neopositivismo», «neoempirismo» o «empirismo lógico»): centra su preocupación en despojar a la ciencia de todo vestigio metafísico y en analizar el tipo de relaciones que se establecen entre el «lenguaje» y los «hechos». Los representantes más destacados del positivismo lógico, Otto Neurath, Hans Hahn, Moritz Schlick, Carnap, pertenecen al grupo conocido como Círculo de Viena. También siguieron en gran medida las tesis del círculo Hempel y Quine.
La filosofía del lenguaje ordinario
Esta corriente, originada a partir de la obra de Moore, parte del lenguaje corriente. Éste ha de ser sometido a análisis pero no para sustituirlo por un lenguaje lógico perfecto, sino para ver dónde se hace un mal uso de las reglas del lenguaje. Algunos autores desarrollan la teoría de los juegos del lenguaje; esto es, dentro de una misma lengua se pueden dar diversos usos del lenguaje, con unas reglas propias cada uno. Y cada uno de estos usos sería
un juego. La filosofía tendrá por misión desentrañar (a través de un análisis) dónde se producen estos malos usos del lenguaje. Además de Moore pueden ser encuadrados en esta corriente el segundo Wittgenstein, Ryle, Strawson, Austin, etc.

EL ATOMISMO LÓGICO Y LA TEORÍA DE LAS DESCRIPCIONES

Russell denomina a su teoría “atomismo lógico”, y alcanza su madurez hacia
1918.
Según Russell muchos problemas filosóficos provienen de las imperfecciones del lenguaje ordinario que utilizamos, ya que es un lenguaje ambiguo, equívoco y confuso.
Y si la ambigüedad es ventajosa a la hora de comunicarnos, es una desgracia para el desarrollo de la filosofía.
Por eso Russell desarrollará un análisis del lenguaje que aspira a poner de manifiesto sus imperfecciones lógicas, contrastándolas con un lenguaje lógicamente perfecto, que debe poseer las siguientes características:

· Principio de isomorfía semántica. La primera condición para que un lenguaje sea lógicamente perfecto es una condición semántica: que las palabras de cada proposición correspondan, una por una, a los componentes del hecho correspondiente.
· Extensionalidad. Esto es, que todas las oraciones complejas, “proposiciones
moleculares”, puedan descomponerse en oraciones simples, “proposiciones
atómicas”, de tal modo que la verdad o falsedad de aquellas sea una función de la verdad o falsedad de las últimas.

Por ello un lenguaje perfecto solo está formado de proposiciones, es decir, oraciones declarativas que pueden ser consideradas verdaderas o falsas. Y las oraciones complejas estarán unidas entre sí por palabras conectoras como: y, o, no, si… entonces…
Las oraciones simples son denominadas por Russell “proposiciones atómicas” y describirán el tipo más simple de hecho, lo que, siguiendo la misma analogía, llamará “hechos atómicos”. De aquí el nombre de “atomismo lógico” para su teoría: se trata de llegar a los últimos elementos que el análisis lógico del lenguaje pueda encontrar en éste, y puesto que el lenguaje corresponde estructuralmente a los hechos, llegaremos a los últimos elementos de la realidad. En este sentido el análisis de Russell va de la lógica a la metafísica a través de la filosofía del lenguaje.
Para Russell, los hechos atómicos, son los que consisten en la posesión de una cualidad por una cosa particular, por ejemplo, el hecho descrito por la proposición “eso es blanco”. Aquí tenemos algo, aquello a lo que se refiere el término “eso”, y el color que le atribuimos. Una proposición tal es, desde luego, muy diferente a la proposición “esa tiza es blanca”, pues al considerar algo como “tiza”, le estamos atribuyendo ciertas propiedades más allá de los datos sensibles que ahora percibimos.
En todo hecho atómico hay, por lo tanto, una propiedad o relación, más una o varias entidades que son respectivamente, sujeto de aquélla o ésta. A estas entidades les llama Russell particulares, los cuales son autosubsistentes y lógicamente independientes entre sí.
Como hemos mencionado anteriormente la verdad de una proposición atómica depende del hecho atómico al que hace referencia. Sin embargo la verdad de una proposición molecular no depende de hechos moleculares, que no existen, sino que depende de la verdad o falsedad de las proposiciones atómicas que la forman.


ü Teoría de las descripciones

Lo que en una proposición corresponde a una propiedad es el predicado. Lo que expresa una relación suele ser un verbo. Y lo que corresponde a un particular es el sujeto, y tiene que ser un nombre propio, ya que la única manera de hablar de un particular es nombrarlo. Para describirlo, ya mencionaremos sus propiedades y sus relaciones utilizando los términos correspondientes; ahora bien, para referirnos a él como sujeto de
aquellas, lo único que podemos hacer es nombrarlo. Y puesto que las palabras obtienen su significado de los objetos con los que estamos familiarizados, sólo podremos nombrar lo que es objeto de conocimiento directo y mientras lo es.
La primera consecuencia de tan extraña doctrina es que los nombres propios de particulares, tal y como aparecen en una proposición atómica, serán muy distintos de lo que, en el discurso ordinario, llamamos «nombres propios». Palabras como «Sócrates», «Venus», «Madrid», las usamos para referirnos a sus correspondientes objetos aun cuando éstos no estén presentes; de hecho, parece que su utilidad estriba precisamente en ello, pues quien estuviera ante Sócrates o quien se hallara en Madrid probablemente no necesitaría recurrir a esos nombres. Ahora bien, de acuerdo con la doctrina de Russell, no tenemos conocimiento directo de Sócrates, y por consiguiente, no podemos nombrarlo. Por lo mismo, quien nunca haya estado en Madrid, tampoco podrá dar significado a este término, y tampoco podrá dárselo al término «Venus» quien no haya contemplado este planeta. Ello muestra que tales palabras no son en realidad nombres propios, esto es, que no son nombres propios
en sentido lógico. ¿Qué son, entonces? Según Russell, se trata de descripciones encubiertas y abreviadas.
«Sócrates» es una abreviatura para cualquier descripción correcta que podamos dar de su correspondiente objeto, por ejemplo: «El filósofo griego que fue condenado a beber la cicuta», o «El maestro de Platón», o cualquier otra. Como «Madrid» abreviará, entre otras muchas, la descripción «La capital de España», o «Venus» equivaldrá, entre otras, a «El lucero matutino». En la medida en que estas descripciones se refieren a sus objetos describiendo ciertas propiedades suyas, resulta patente que esos objetos no pueden ser particulares, pues no son simples.Tenemos, pues, que ni los nombres propios del lenguaje ordinario son nombres propios en sentido lógico ni aquello a lo que se refieren son particulares. Por ello, puede afirmar Russell: «Hablando estrictamente, sólo los particulares pueden ser nombrados.»

EXPLICACIÓN DEL TEXTO DE RUSSELL

En Los problemas de la filosofía (1912), Russell expone en términos populares, como él mismo
dice, una síntesis esquemática de su pensamiento filosófico. Estructura la obra en torno a los
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problemas claves de la filosofía y a las respuestas de los grandes filósofos y finaliza con la
cuestión de la utilidad de la filosofía.
ü Capítulo 15
En éste capítulo que lleva por título El valor de la filosofía Russell expone que el valor de ésta
radica en el efecto que tiene sobre las personas que la cultivan, lo que no ocurre con otros
saberes (ciencias físicas, tecnología…) de los cuales nos beneficiamos aunque no los conozcamos.
Según Russell el hombre práctico no concede importancia a la filosofía porque solo piensa en las
necesidades materiales, pero también existen necesidades espirituales que se satisfacen con bienes
espirituales, entre los que se encuentra la filosofía. Ésta se caracteriza por la búsqueda de la
unidad del conjunto de los conocimientos y tiene un carácter totalizador frente a la
especialización de las ciencias. Si en éstas se han ido produciendo importantes avances y cuentan
con un cuerpo de conocimientos seguro y estable, no podemos decir lo mismo de la filosofía, en la
cual está presente la duda e incertidumbre, y ello se debe a dos razones:
· Al principio todo el saber formaba parte de la filosofía (la filosofía es la madre de todas las
ciencias), pero según se han ido resolviendo los problemas, se han ido constituyendo las distintas
ciencias, primero las ciencias naturales (a partir de la Revolución científica del siglo XVII), y
posteriormente las ciencias sociales (a partir del siglo XIX), quedando como cuestiones
propiamente filosóficas las todavía no resueltas.
· Además existen cuestiones que constituirán siempre un misterio, una incógnita, un enigma,
y que sin embargo es importante pensarlas y analizarlas.
Russell aporta muchas razones en la defensa de la filosofía: nos libera de nuestros prejuicios,
rechaza los dogmas, esclarece nuestras creencias, aviva nuestra admiración, nos permite analizar
los objetos ordinarios bajo otras perspectivas y nos permite pensar en posibilidades insospechadas.
Gracias a ella ampliamos nuestro horizonte vital, nuestra vida se hace más grande y libre y hacemos
del mundo entero objeto de nuestra reflexión. La filosofía se caracteriza más por la toma de
conciencia y análisis de problemas que por las posibles soluciones a las que pueda arribar. Son más
importantes las preguntas que las respuestas.
El ser humano que lleva el barniz de la filosofía, contrapuesto al hombre práctico mencionado más
arriba, aprecia sobremanera su libertad, porque es la condición indispensable para realizar esta
actividad. Además su reflexión está marcada por la imparcialidad y objetividad, dejando de lado
nuestros intereses personales, nuestros deseos, nuestras costumbres y creencias, para alcanzar una
contemplación tan pura e impersonal como fuera posible.

Texto de Russell para comentar:

“Para resumir nuestro análisis sobre el valor de la filosofía: la filosofía debe ser estudiada, no por las respuestas concretas a los problemas que plantea, puesto que, por lo general, ninguna respuesta precisa puede ser conocida como verdadera, sino más bien por el valor de los problemas mismos; porque estos problemas amplían nuestra concepción de lo posible, enriquecen nuestra imaginación intelectual y disminuyen la seguridad dogmática que cierra el espíritu a la investigación; pero, ante todo, porque por la grandeza del Universo que la filosofía contempla, el espíritu se hace a su vez grande, y llega a ser capaz de la unión con el Universo, que constituye su supremo bien”

BERTAND RUSSELL: EL RECHAZO DEL IDEALISMO

Durante su formación en Cambridge, Russell aceptó el idealismo hegeliano durante un breve periodo de tiempo, pero ya en el año 1898, con la ayuda de Moore se liberó y se alejó del mismo.
¿En qué consiste el idealismo? En sentido general se califica de idealista a aquella filosofía que considera que la Conciencia, Razón, Espíritu… y sus Ideas son el elemento fundamental de la realidad, que el sujeto tiene un papel activo y primordial en la constitución del conocimiento y que lo que conocemos directa o inmediatamente son nuestras ideas, no las cosas.
En este sentido, el idealismo tendría en Descartes su primer gran representante, y destacarían posteriormente el idealismo trascendental kantiano y el idealismo absoluto hegeliano, en cuya tradición se formó Russell.
El idealismo hegeliano defendía que la la razón infinita, Idea o Espíritu absoluto dirige y determina toda la realidad hacia su fin, que no es otro que la consecución del saber absoluto (la autoconciencia de sí
mismo) y la plena realización de la libertad.
Los cambios que se producen en la realidad, desde el principio de los tiempos hasta el final de los mismos, siguen un proceso dialéctico, en el que el momento principal es la lucha de contrarios (la antítesis). La realidad constituye un todo, una unidad inseparable, y para definir cualquier cosa
además de sus propiedades hay que señalar las relaciones que mantiene con el resto de las cosas. Como, al fin y al cabo, una cosa cualquiera está relacionada de alguna forma con todas las demás, se concluye por vía estrictamente lógica que ella es todas las demás, y siendo así que lo mismo ocurre con el resto de las cosas, resulta que, en realidad, sólo hay una cosa: el absoluto. Lo verdadero es el todo.
Como hemos dicho, Russell apoyándose en Moore, se aleja de estas tesis idealistas y defenderá los siguientes principios:
· Frente al idealismo, Russell se identificará con el realismo y defenderá la existencia de una pluralidad de cosas independientes entre sí que podemos conocer tal y como son.
· Frente a la tesis idealista de que conocemos directamente nuestras ideas o
representaciones y que por lo tanto podemos dudar de la existencia de un mundo exterior, Russell dirá que no necesitamos de argumentos especiales para defender la existencia del mundo externo, ya que es algo que ya conocemos y forma parte de la visión del mundo que nos ofrece el sentido común. Así, en ausencia de demostraciones en contra, nos podemos fiar de las creencias que nos ofrece nuestro sentido común.
· Frente a la tesis idealista de que lo verdadero es el todo y que es necesario para definir una cosa conocer las relaciones que mantiene con otras, Russell defenderá la existencia de una pluralidad de realidades independientes, que se pueden conocer por sí mismas, sin tener en cuenta las relaciones que mantienen con otras cosas.

CONTEXTO HISTÓRICO-FILOSÓFICO DE RUSSELL

1. CONTEXTO HISTÓRICO-FILOSÓFICO
En el siglo XX van a continuar su desarrollo algunas de las tendencias que se habían iniciado siglos atrás: el liberalismo político y el proceso de democratización, que habían sido las banderas que habían enarbolado los revolucionarios del siglo XIX, continúan su lenta pero imparable expansión; la reivindicación de los derechos sociales, que habían defendido los trabajadores durante el siglo anterior y que era una seña de identidad de socialistas y anarquistas, se va materializando a lo largo del siglo XX: pensiones, prestaciones sociales ante la enfermedad o el paro…
En este camino hubo que superar dificultades enormes: la instauración de sistemas totalitarios (comunismo y fascismo), dos guerras mundiales, la descolonización del tercer mundo…
Por otra parte, la ciencia avanza a pasos agigantados y se está
desarrollando la segunda revolución industrial.
En el ámbito filosófico nos encontramos ante una gran variedad de tendencias filosóficas, que se pueden agrupar en tres grandes “movimientos” filosóficos, a saber, “europeos”, “angloamericanos” y “rusos”:

a) El primero, representado por los “europeos”, en el que se incluirían
corrientes como la fenomenología, el existencialismo, el personalismo… y en el que destacarían filósofos como Husserl, Heidegger, Sartre…
b) El segundo, representado por los “angloamericanos”, girará en torno a la filosofía analítica en sus diversas variantes, y en él situaríamos a Russell, Wittgenstein, Popper…
c) El tercero, representado por los “rusos”, en el que situaríamos a todos los filósofos de orientación marxista.

Bertrand Russell (1872-1970) pertenece al segundo grupo. Entre su enorme obra escrita podemos mencionar Principia Mathematica, Nuestro
conocimiento del mundo externo, Por qué no soy cristiano, y la obra a la que
pertenece el fragmento que vamos a comentar Los problemas de la filosofía, publicada en 1912.