jueves, 6 de enero de 2011

RAZÓN Y FE, FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA

Para una adecuada comprensión del problema razón-fe en Sto Tomás de Aquino es preciso entender previamente la importancia que Aristóteles adquirió en el siglo XII.
A finales de esta centuria y al principio de la siguiente, los escritos físicos y metafísicos de Aristóteles fueron puestos por transferencia de los árabes a la alcance de los intelectuales de la época.
Consecuencia de ello, la filosofía de Platón, especialmente sus teorías físicas expuestas en su diálogo el Timeo, fueron rápidamente sustituidas por el denominado corpus aristotélico, mucho más sistemático y exhaustivo en sus explicaciones.
La transmisión a Occidente de Aristóteles se realizó de la mano de las traducciones que los árabes hicieron de sus escritos y dentro de una interpretación neoplatónica que se veía fortalecida por autores árabes como Avicena (980-1037).
Las tesis principales de este aristotelismo latino eran:

Ø La generación eterna del mundo: Dios produce inmediatamente la primera inteligencia, derivándose de ésta, por emanación, el resto de inteligencias y los sucesivos grados o niveles del ser.
Ø La idea de una creación necesaria por parte de Dios, teoría que pone en tela de juicio la omnipotencia divina y que posteriormente, desechará Tomás de Aquino.
Ø El intelecto único para toda la especie humana

Estas tesis entraban en abierta contradicción con el cristianismo, lo cual fue la raíz de los conflictos que se produjeron en las universidades entre los defensores del aristotelismo y aquellos que defendían que las verdades racionales debían acomodarse a los dogmas de la fe.

En esta polémica entra en juego Averroes (1126-1198). Su propósito era liberar la obra aristotélica de las erróneas interpretaciones neoplatónicas fomentadas por Avicena y restituir el verdadero sentido de la filosofía aristotélica.
En esta tarea, Averroes recuperó importantes doctrinas del pensador griego, potencialmente conflictivas con la fe religiosa, como la eternidad del mundo, la negación de la providencia divina sobre los individuos y la mortalidad del alma.
Averroes propuso la concepción de la religión, la teología y la filosofía como tres niveles sucesivos y jerarquizados en el acceso a la verdad única, según la distinta capacidad de los seres humanos.
En el ejercicio de la filosofía se alcanzaba la perfección y la realización plena de la razón humana y la verdad única, en la que le resultaban evidentes las doctrinas propuestas.

Dadas sus características, este “aristotelismo” que llegaba del Islam suscitó resistencias por parte de la autoridad eclesiástica.

En 1210 se prohibió la lectura de los libros de Física y Metafísica de Aristóteles y de sus comentarios, bajo pena de excomunión.

En 1231 se pretendió que la servidumbre teológica de la filosofía tuviera reflejo institucional y docente. A esto se opusieron los profesores de la Facultad de Filosofía (los artistas) y continúan con la docencia de Aristóteles en las aulas.

En 1255 los estatutos de la Facultad de Artes de París establecen la obligación para el estudiante de leer todo Aristóteles y sus comentadores (Averroes y Avicena). Con esta medida, se asumía que la cultura medieval no podía prescindir de Aristóteles y de su concepción de la naturaleza y lo asumía como núcleo teórico.
Se desarrolla el aristotelismo, que se empeña en una investigación y docencia filosóficas independientes, sobre el fundamento exclusivo de la razón y la exégesis rigurosa de la obra de Aristóteles como su obligación profesional, al margen de la enseñanza de la fe y religión cristianas. Uno de los más destacados defensores fue Alberto Magno, principal maestro de Sto. Tomás.

En 1272 los teólogos imponen a la facultad de Artes un nuevo estatuto que prohíbe a los filósofos disputar cuestiones teológicas. Además les obligaba que en el caso de que una cuestión filosófica trascendiera al ámbito de la teología, determinaran a favor de la fe, aun en el caso de que hubiera desacuerdo con la razón, o, en su defecto, evitar pronunciarse al respecto. Sin embargo, los artistas no respetaron este estatuto y se produjo la definitiva condena de 1277 de Etienne Tempier. Siguiendo las resoluciones de una comisión de teólogos conservadores, condenaba como contrarias a las Escrituras y a la religión cristiana 219 proposiciones, excomulgando a quienes las sostuvieran.
Lo que perseguían era reducir la filosofía a su papel propedéutico, servil con respecto ala teología y restaurar la hegemonía de ésta y de la autoridad eclesiástica sobre el conjunto del pensamiento, esto es, pretendía legitimar la teología para establecer la verdad también en el campo de la filosofía. No había un territorio propio de la filosofía que pudiera estar en disonancia o independencia de la fe; la filosofía debía confirmar y someterse a la enseñanza de la fe.
Esta condena no cuestionaba la validez de la física y cosmología aristotélicas. Aceptaba que el mundo era en realidad como lo describía Aristóteles, pero negaba que el mundo fuera así necesariamente. Se niega la necesidad de que el mundo sea único, en virtud de la esencia misma de las cosas y se afirma que Dios habría podido actuar de modo diferente a como ha decidido hacerlo y crear una pluralidad de mundos en lugar del único mundo que ha efectivamente creado, el cual es necesario no por necesidad natural, sino por la libre voluntad de Dios.

Sto. Tomás vivió en primera persona estas polémicas y procuró siempre mantener la postura más conciliadora posible entre la fe y la razón. Para este filósofo, no puede haber contradicción entre ambas, ya que de Dios emana tanto la fe como la razón. Así que las contradicciones sólo pueden ser aparentes, provocadas por errores en el uso de la razón, que es finita e imperfecta.
Por otra parte, Sto. Tomás delimitó claramente los campos a los que una y otra debían atender y la metodología que, de acuerdo a su naturaleza, exigían. Al ámbito de la fe debe pertenecer la Teología Sagrada, configurada por los artículos de Fe, como, por ejemplo, el misterio de la Santísima Trinidad. Al de la razón, la Física, configurada por las verdades del mundo natural. Mientras que la primera se basa en la revelación divina, la segunda en el la desvelación racional, conseguido a base de un proceso de abstracción, al modo más aristotélico.
No obstante, y pese a esta clara distinción, Sto. Tomás estableció que había una serie de contenidos comunes, la Teología Natural, configurada por los preámbulos de la fe, a los que podía accederse por vía racional. Tesis como “Dios existe” o “Dios creó el mundo”, estaban, según Sto Tomás al alcance de la razón, pero dada su importancia y lo difícil que era llegar a estas verdades por la vía exclusivamente racional para la mayor parte de la población, de carácter analfabeto, Sto. Tomás entendía que era perfectamente posible que fuesen reveladas por la Providencia.

En definitiva, Sto Tomás defendió siempre que fe y razón debían resultar complementarias. La razón debe ejercerse como preámbulo: demostrando racionalmente las verdades del mundo natural, que nos llevarán a postular la necesidad de la existencia de Dios y dar el salto así al ámbito de la Teología Sagrada. Es su misión también aclarar en lo posible los datos de la fe y salir en defensa de los oponentes de la fe. La fe, por su parte, sirve a la razón como guía negativa, previniendo sus errores, y positiva, al suministrarle la materia prima precisa para la reflexión. Le indica el camino que debe seguir la razón.

En conclusión, Tomás de Aquino intentó, en la medida de sus posibilidades, dotar de la mayor independencia que era posible en el siglo XIII a la investigación racional. Cierto es que ésta debía supeditarse, en última instancia, a los dictados de la fe, pero emprender una demostración puramente racional de la existencia de Dios, basando dicha demostración en los principios de la filosofía natural, tal y como él hizo, resultaba toda una apuesta por la razón y un desafío a las autoridades eclesiásticas del momento, que sólo reservaban para la filosofía un rol puramente servil respecto a la teología.

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