sábado, 22 de enero de 2011

DESCARTES: DE LA CIENCIA A LA FILOSOFÍA. LA FUNDAMENTACIÓN DE LA FILOSOFÍA Y DE LA CIENCIA. EL MÉTODO Y SUS REGLAS.


Descartes (1596-1650) es el padre de la filosofía moderna y el máximo representante de la corriente filosófica que se conoce como Racionalismo.
Esta corriente entiende que la razón humana, y no la experiencia, es la única fuente de conocimiento válida. Consideran que con el uso de la sola razón podrán deducir y llegar a conocer la auténtica realidad. Para ello, tendrán que defender que en la razón se encuentran ya, de forma innata, los principios o ideas elementales, a partir de los cuales, con un correcto desarrollo, llegarán a la elaboración de ideas más complejas, que podrán ser consideradas fieles representantes de realidades exteriores. Persiguen, en definitiva, la elaboración de un sistema del saber absolutamente racional, la ciencia universal, que garantice la unidad y fiabilidad absoluta del conocimiento humano.
Para ello se mostrará especialmente preocupado por una metodología correcta. En la primera parte del “Discurso del Método” (1637), Descartes cuestiona la educación escolástica recibida por él. Constata que es plural, dispersa y poco fiable por falta de coherencia y unidad. En la segunda parte, insiste en la necesidad de encontrar un método que evitase los errores de aquellas ciencias que aparecían a su juicio como más fiables en la búsqueda de la verdad: la Lógica, el análisis de los geómetras y el álgebra. Descartes constatará que todas aquellas ciencias que proceden matemáticamente progresan en sus conocimientos, pues sólo las matemáticas parecen capaces de llevar a cabo demostraciones incontrovertibles. Es por ello por lo que se inspira en el método matemático para confeccionar las reglas de su propio método de conocimiento, que contemplará cuatro momentos básicos:

1. Admitir sólo como verdadero aquella idea de la que se puede tener la absoluta certeza que no es falsa. Sólo es posible concebir con certeza aquellas ideas que se presenten al intelecto de forma evidente. La idea evidente, en tanto que intuida, resulta clara y distinta, quedando descartada cualquier posibilidad de error, es decir, resultando impensable que esa idea no represente una realidad ficticia, sin ser. Se trata de la regla criteriológica del método, en la que cobra especial importancia la intuición como captación inmediata de una idea verdadera y simple por el entendimiento, en oposición a la deducción, que se trata de un desarrollo demostrativo para acceder al resto del saber.
2. Análisis: una vez que ya se conocen las ideas más simples e indubitablemente verdaderas, Descartes propone que cualquier idea compleja debe someterse a un pormenorizado análisis, con el fin de comprobar si es posible acceder a esas ideas simples y que no cabe pensar de ellas que sean falsas
3. Síntesis: habiendo constatado que las ideas complejas analizadas se encuentran fundamentadas en ideas simples verdaderas, se procede, de nuevo, a la reconstrucción deductiva de la complejidad de la idea. Descartes advierte que este tipo de síntesis no se corresponde con la deducción propia del silogismo aristotélico, del que reniega en cuanto estéril desde el punto de vista de aumento del conocimiento. Se trataría de una deducción basada en la intuición sucesiva de naturalezas simples y de las conexiones entre ellas.
4. Enumeración: por último, Descartes, empeñado en todo momento en reducir a la mínima expresión la posibilidad de errar, propone la realización de un recuento y repaso de los pasos dados en el proceso deductivo, con el fin de adquirir la absoluta seguridad de no haber omitido nada o cometido el más mínimo error.

Descartes propone aplicar este método a todos los campos del saber, incluida la metafísica, fundamento para el francés del resto de las ciencias. Ante la particular relevancia que esta ciencia posee, Descartes, que descubre el método a la edad de los 23 años, dejará pasar todavía bastante tiempo, con el fin de adquirir experiencia en su aplicación al resto de saberes, antes de ponerlo en práctica en el ámbito metafísico y buscar ahí la idea más verdadera, que servirá de fundamento radical a cualquier pretensión de adquirir la más simple de las sabidurías. Será entonces el momento de la duda metódica.

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