miércoles, 26 de enero de 2011

LAS TRES SUSTANCIAS: HOMBRE, MUNDO Y DIOS


Descartes define la sustancia como una cosa que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra para existir.
De acuerdo a esta defninición, podemos distinguir tres sustancias:
> El yo pensante o cogito es la primera sustancia que representa la primera verdad o certeza. La duda universal y metódica lleva al sujeto que conoce a la existencia de esta realidad. El atributo fundamental de esta sustancia es el pensamiento o conciencia.

> Sustancia infinita (res infinita)
La segunda de las sustancias es la infinita o divina: Dios. Para Descartes el yo pensante no es perfecto, pero posee la idea de infinito, que identifica casi de forma inmediata con Dios. Tras demostrar que esta idea no puede ser ni adventicia ni facticia, llega a la conclusión de que debe ser innata, comparte con el cogito las mismas condiciones formales y, resulta, en consecuencia, igualmente indubitable. Dios es una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente. Es bueno y veraz, y, por tanto, garantiza que todas aquellas ideas puramente racionales que intuimos como evidentes, de forma clara y distinta, tienen que ser, ahora sí, definitivamente verdaderos. La sustancia infinita le sirve a Descartes para desterrar la hipótesis del genio maligno y salir del solipsismo idealista al que su sistema le estaba abocando. La importancia de esta sustancia en el sistema cartesiano es tal que Descartes lleva a cabo tres demostraciones de la existencia de Dios:
a) La idea de perfecto e infinito. Parte de la idea de perfección e infinitud que el sujeto puede tener, a pesar de no ser el sujeto ni perfecto ni infinito. La finitud que reconozco en mí es lo contrario de la infinitud que conozco en Dios. Él tiene que ser la causa de la idea de perfección e infinitud que hay en mí.
b) La contingencia del yo. Este argumento constituye una explicación de la primera prueba, pero introduce el principio de causalidad y mezcla las ideas de contingencia y de conservación de los seres creados. Aquí Descartes llega a Dios como causa de su ser imperfecto y finito. Afirma que, así como yo no soy infinito y no tengo la totalidad de las perfecciones, el ser que tiene todas las perfecciones es por este hecho causa de sí mismo, y por tanto, existe.c) El argumento ontológico. Es la prueba más conocida de Descartes. El esquema de la demostración es el siguiente: la existencia es una perfección, Dios tiene todas las perfecciones, luego Dios tiene la existencia.

> Sustancia extensa (res extensa)
Descartes, tras haber establecido la indubitable existencia de dos sustancias, el cogito y Dios, se prestará a demostrar la existencia de la tercera sustancia: la res extensa.
Gracias a la demostración de la existencia de Dios como un ser bondadoso, que no puede hacer que me engañe cuando intuyo la idea de existencia del mundo exterior, no puedo equivocarme si pienso que el mundo exterior existe.
Ahora bien, dado que para Descartes, filósofo racionalista, sólo puede resultar verdadero aquello que se concibe a la luz de la sola razón, las características de la res extensa, del mundo exterior, deberán aquellas que puedan deducirse del ejercicio de la pura razón.
Encuentra así, la idea innata de extensión, que Descartes intuye con absoluta evidencia que es debe ser la característica más propia de todo aquello que configure el mundo exterior, pues lo esencial a todo cuerpo es que éste ocupa una extensión.
La materia se caracterizará por su total continuidad, extensión sin límites, infinitamente divisible, tridimensional y perfectamente homogénea.
Todas aquellas ideas que vienen a representar las cualidades físicas de los cuerpos, como el color, el olor, la textura, la temperatura, etc, e s decir, lo que se conoce desde Galileo como el conjunto de “cualidades secundarias” de los cuerpos, al estar configuradas a base de informaciones que recibimos a través de los sentidos, quedan puestas por Descartes definitivamente entre paréntesis y carecerán de calor de conocimiento.
Para Descartes sólo resultarán válidas aquellas ideas que pretenden representar los aspectos matemáticos o cuantitativos de los cuerpos, la cualidades primarias, como su longitud, anchura, profundidad y todo lo que tenga relación con la extensión, por su procedencia estrictamente racional.
Dado que la existencia del mundo queda reducida básicamente a pura extensión, no es casual que Descartes cultive especialmente la geometría analítica, como ciencia fundamental.
En cuanto al movimiento, Descartes defiende que Dios fue el encargado de dar el impulso inicial que puso en marcha la extensión inerte. Existe una cantidad de movimiento en el universo constante, inalterable. Se encuentra aquí el fundamento de la concepción mecanicista del universo, opuesta a la teleológica de Aristóteles y una primigenia exposición del principio de la inercia.

En cuanto a la existencia del hombre, Descartes está obligado a defender una concepción dual, al más puro estilo platónico: el hombre es una suma de cuerpo y alma, de res cogitans más res extensa. El cuerpo se reduce, de esta manera, a una máquina regida por las leyes de la física, y la vida a un movimiento mecánico que carecen de alma y pensamiento.
Se llega a afirmar que el alma está unida a todo el cuerpo, concretando esa unión en la glándula pineal, que sitúa en el centro del cerebro. En ella se funden las sensaciones corporales y, a través de ella, el alma recibe los estímulos orgánicos bajo la forma de representaciones confusas.

En consecuencia, es el alma la que percibe y sufre las pasiones (deseos, tristeza, odio...), que Descartes explica en el contexto de su radical mecanicismo

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