viernes, 7 de enero de 2011

DIOS Y SU DEMOSTRABILIDAD. LAS VÍAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS



La demostración de Dios y la solución a los problemas que ello plantea, la lleva a cabo Sto. Tomás en su obra “Suma Teológica”, concretamente, en la Cuestión Segunda de la Primera Parte, titulada “Acerca de Dios, si Dios existe” y que consta de tres artículos: el primero trata del problema de la evidencia de Dios, el segundo de su demostrabilidad y en el tercero procede a la demostración propiamente dicha.

> Problema de la evidencia

El problema de la evidencia debe ser resuelto antes de emprender la demostración de la existencia de Dios: negarla era propio de descreídos y “necios”; afirmarla suponía tanto como considerar innecesaria e improcedente la demostración, pues podría resultar imposible llevarla a cabo.
Sto. Tomás, por otra parte, comprueba que en los Evangelios queda determinada la evidencia de Dios. Para salir del atolladero, Sto Tomás procede a aclarar los diferentes sentidos que el término “evidente” puede presentar. Por una parte, se dice de algo que es evidente cuando se tiene “conocimiento natural” de ello, es decir cuando se percibe normalmente por los sentidos y resultaría absurdo negar su existencia: evidencias de este tipo pueden ser la del movimiento, la de la causalidad, la de la contingencia, la de la perfección o la del orden, utilizadas todas ellas posteriormente por el propio Sto. Tomás para llevar a cabo la demostración de la existencia de Dios. Ninguna de estas evidencias se puede negar sin caer en el absurdo. Sin embargo, es obvio que, si Dios existe, no existe con un grado de evidencia tal, que resulte absurdo negarla, como lo prueba el testimonio de los descreídos o del “necio”. Por tanto, pese a que su existencia sea evidente, ésta se alcanza sólo de manera “confusa” por el conocimiento natural y resulta problemática.
Por otra parte, el término “evidente” puede referirse a un juicio. Un juicio es afirmar algo de algo. Y se dice que ese juicio es evidente cuando el predicado se puede deducir del sujeto, cuando el predicado pertenece ya a la esencia del propio sujeto. Son juicios de este tipo los primeros principios de Aristóteles, es decir, el principio de identidad que afirma que “A=A” o el de no contradicción, que dice que no es posible A y no A al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto. Otro ejemplo, que utiliza el propio Sto.Tomás, podrían ser “el todo es mayor que la parte”, en el que claramente se ve que el predicado se encuentra inscrito ya en la noción del sujeto. Este tipo de juicios son indemostrables. Poseen un carácter deductivo y analítico, ya que el predicado surge del análisis del sujeto; se formulan a priori, ya que no se precisa recurrir a la experiencia para comprobar si son verdaderos o no, y, lógicamente, resultan siempre verdaderos, ya que si formulamos el juicio contrario caeríamos en contradicción, es decir, lo contrario resulta inconcebible. La cuestión ahora consiste en determinar si el juicio “Dios existe” es o no evidente o por el contrario, es un juicio sintético, es decir que el predicado no se deduce del análisis del sujeto, y que hay que recurrir a la experiencia para comprobar si es verdadero y contingente, es decir, que lo contrario puede ser concebido, ya que no encierra contradicción. Descartada esta segunda opción, por las consecuencias que conllevaría, como es negar si resultara contradictoria, la existencia de Dios, Sto Tomás no tiene más alternativa que considerar el juicio “Dios existe” como evidente. Así fue considerado ya por San Anselmo en el siglo XI y, en consecuencia, no precisaría más demostración que la ya llevada a cabo en su argumento ontológico. Sin embargo, Sto Tomás no cree que esta demostración resulte válida, ya que, como mucho, demostraría la existencia de Dios de manera puramente teórica, pero no de forma efectiva. Es por ello que Sto. Tomás acaba el primero de estos artículos concluyendo que el juicio “Dios existe” es una proposición evidente en sí misma, pero de tal importancia y complejidad que no es así entendida por la mayor parte de lo conocen, por lo que se precisa una demostración de la evidencia de dicha proposición, pero distinta de la que San Anselmo propuso.

> El problema de la demostrabilidad de Dios

El segundo problema que acomete Sto. Tomás es el de la demostrabilidad de Dios: ¿es posible llevar a cabo una demostración de la existencia de Dios? Por una parte, hay quien opina que la existencia de Dios es un artículo de Fe, que pertenece al ámbito de la Teología Sagrada y que, por tanto, no le compete a la razón la tarea de su demostración. También está quien piensa que a Dios sólo le podemos conocer de manera negativa, por lo que él no es y que no hay modo racional de acceder a Dios, que es una causa infinita a partir de sus efectos finitos. Sto. Tomás, en cambio, se apoya en las Escrituras, que afirman que Dios es cognoscible a través de sus obras, para defender la tesis de que la demostrabilidad de Dios es perfectamente realizable partiendo de sus propios efectos.

A partir de ahí, entenderá que la demostración de la existencia de Dios no es un artículo de fe, sino un preámbulo de la fe, perteneciente al ámbito de la Teología Natural y, por tanto, resulta procedente emprender su demostración racional Para ello, Sto Tomás distinguirá, entre dos tipos de demostraciones: la propter quid, a priori, de carácter deductivo, y la quia, a posteriori, de carácter inductivo. A la primera pertenece la de San Anselmo, pero ya hemos visto cuáles son sus dificultades y lo poco que satisface al Aquinate. La segunda, en cambio, nos posibilita, partiendo de los efectos, llegar a la causa, que, si bien en el caso de Dios, nos resulta posible conocerla en toda su esencia, si al menos, nos permite afirmar la evidencia de su existencia.

> La demostración propiamente dicha: las cinco vías

Es así como Sto. Tomás acomete la demostración de la existencia de Dios, la cual contempla como absolutamente necesaria si se aspira a conocer y comprender el orden en el mundo. De igual manera, desecha la objeción del mal en el mundo, ya que, en realidad, es sólo mal en tanto que se considera en sí mismo, pues todo lo malo que sucede tiene, en definitiva, un sentido y sirve para un bien mayor.
Para realizar la demostración, Sto Tomás propone cinco vías o caminos. Se trata de razonamientos cuya estructura es siempre la misma: se parte de un hecho de experiencia incontestable y se procede a la demostración por el principio de causalidad eficiente. Por último, se muestra la imposibilidad de concebir una cadena causal infinita, dado que conllevaría la negación de evidencia de la que se partía, y se concluye la existencia de Dios como algo absolutamente necesario.
Así, nos encontraremos que la primera vía se funda en la evidencia del movimiento, la segunda en la de la causalidad, la tercera en la de la contingencia, la cuarta en la de la perfección y la quinta en la del orden en el cosmos.
Se observa una clara influencia aristotélica en las vías primera, segunda y quinta, que se basan en el carácter dinámico de los seres. La cuarta vía es de influencia neoplatónica.
En la tercera vía se observa una clara influencia del averroísmo latino, al establecer la distinción entre los seres contingentes, los creados, y el ser necesario, cuya esencia consiste en su existencia. Y es que Tomás de Aquino considera que las sustancias son un compuesto de esse y existentia. La esse sería la esencia, que en Aristóteles configuraría el compuesto sustancial de materia y forma. Esa “esse” en la medida que se aproxima a la perfección divina, gana enteros a la hora de realizar de manera efectiva su existencia. De ahí que Sto. Tomás acabe concluyendo que todos los seres existen por analogía al ser supremo y que deba postular la existencia de un ser necesario para poder explicar el carácter contingente de todo lo creado. De lo contrario estaríamos abocados a la nada y tendríamos que negar la existencia de cuanto existe.

Para concluir esta exposición, deseamos dejar claro que esta demostración de la existencia de Dios no se realiza para convencer a aquellos que no posean fe. En el siglo XIII serían muy pocos los que dudarían de la existencia de Dios y no resultaban problema alguno para la Iglesia. Se trata de una demostración puramente racional del ser necesario, que en Platón era la idea de Bien o en Aristóteles el motor inmóvil. La diferencia estriba en que Sto. Tomás si concede a este ser necesario una serie de atributos divinos sólo al alcance de la fe y que son los que le colocan en un plano ontológico superior con respecto al resto de los seres. Pero, como decimos, debe ser entendida, fundamentalmente, como un ejercicio puramente racional, destinado a dar cuenta de la necesidad de pensar un ser necesario, sopena de negar todo cuanto existe y caer en la más insondable de las contradicciones.

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