jueves, 3 de marzo de 2011

LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA: LA CONCEPCIÓN KANTIANA DEL CONOCIMIENTO


El planteamiento kantiano del problema del conocimiento tratará de desvelar cuáles son los principios desde los que es posible un conocimiento científico de la naturaleza y los límites dentro de los que es posible tal conocimiento. Esta tarea es llevada a cabo por Kant en su obra Crítica de la Razón Pura.
En la introducción a esta obra, queda claro que toda la doctrina kantiana del conocimiento se fundamenta en la distinción de dos facultades o fuente de conocimiento: la sensibilidad y el entendimiento.
La sensibilidad es pasiva, se limita a recibir impresiones provenientes del exterior; el entendimiento es activo, estructurado a base de ciertos conceptos e ideas, (el de sustancia, causa, necesidad, existencia…) sin derivarlos de la experiencia, pero sólo aplicables legítimamente al ámbito de la experiencia. A través de ellos, el entendimiento ordenará y unificará los objetos de la experiencia, llegando así a obtener un conocimiento racional de los mismos.
Este planteamiento abocará a Kant a negarle validez científica al discurso metafísico. Kant entiende que conocer es juzgar. A partir de ahí, realizará un análisis de los diferentes tipos de juicios que pueden emitirse. Atendiendo a si aportan o no conocimiento, Kant distinguirá entre juicios analíticos, en los que el predicado se encuentra ya implícito en el sujeto y los sintéticos, en los que resulta imposible deducir el predicado del sujeto. Los primeros no aportan conocimientos nuevos, emitir el juicio contrario resulta lógicamente imposible, pues se caería en contradicción y se formulan con una validez universal y necesaria.; los segundos sí que aumentan nuestro conocimiento, pero carecen de validez universal y necesariedad, pues siempre es lógicamente posible emitir el juicio contrario . Si atendemos a la forma en que un juicio es contrastado, para saber si es verdadero o falso, podremos distinguir entre juicios a priori y juicios a posteriori. En los primeros no es preciso recurrir a la experiencia para saber si son o no verdaderos. Basta con atender a su coherencia interna, a su lógica para llegar a una conclusión al respecto. Son formulados de manera totalmente independiente de la experiencia, nada afrirman ni niegan respecto a ella, y poseerán, a lo sumo, una validez formal, de carácter universal y necesaria. En los segundos, la verdad se debe comprobar recurriendo a la experiencia. Por ello, resultan siempre contingentes, concretos y particulares, en tanto que su validez depende del caso que se trate.
Realizado este análisis, Kant advertirá que todo discurso científico que se precie, como por ejemplo las matemáticas o la física de Newton, está configurado por juicios sintéticos a priori. La cuestión ahora es obvia: ¿cómo son posibles tales juicios?
En el capítulo de la Estética trascendental, Kant explica que los juicios sintéticos a priori en las matemáticas son posibles porque giran en torno al espacio y al tiempo, que serán concebidos por Kant como intuiciones puras de la sensiblidad, bajo las cuales se produce el conocimiento sensible de los fenómenos, que no de la cosa en sí misma, del noúmeno, que no se puede saber, con certeza, si, en sí mismo, es espacial o temporal. Espacio y tiempo son intuiciones puras del entendimiento, con carácter trascendental, en tanto que condiciones que no proceden de la experiencia, pero que la posibilitan y en las que son registradas todas nuestras intuiciones sensibles.
En el capítulo de la Analítica trascendental, Kant explica que los juicios sintéticos a priori en la Física son posibles, porque giran en torno, por ejemplo, a la sustancialidad, la causalidad, la necesidad, conceptos todos producidos espontáneamente por el entendimiento, que, por tanto, no proceden de la experiencia, pero que posee un carácter trascendental, en tanto que condiciones que posibilitan la ordenación, unificación y el conocimiento racional de las intuiciones fenoménicas que en la sensibilidad se han registrado, dando lugar, así, al objeto de conocimiento, al fenómeno propiamente dicho. Estos conceptos del entendimiento, deducido de acuerdo a las diferentes síntesis que se pueden establecer, configurarán el sistema categorial kantiano, muy similar en esencia al de Aristóteles.
Se consuma así el "giro copernicano" epistemológico, ya que Kant concluirá que el sujeto de conocimiento construye, al aplicar a los datos de la sensibilidad las intuiciones puras de ésta y concebirlos de acuerdo a las categorías de conocimiento, el objeto de conocimiento, el fenómeno. No es ya el sujeto el que busca adaptarse al objeto para acceder a su conocimiento, sino que será el objeto el que sea posible conocerlo en virtud de las propias condiciones que el sujeto cognoscente impone. Ello permitirá a las ciencias empíoricas volver a emitir juicios con carácter universal y necesario, algo que, de acuerdo con las tesis empiristas, se encontraba descartado.
En la Dialéctica trascendental, Kant determinará que no es posible la metafísica como ciencia, ya que sus objetos de conocimiento, Dios, Alma y Mundo, en tanto que cosa en sí, en tanto que noúmeno, no son objetos de la experiencia. Por ello, no pueden aplicarse con legitimadad, no pueden usarse los conceptos puros del entendimiento para tratar de acceder a un conocimiento racional de ellos. Si eso se produce se estará cometiendo un abuso de estas facultades cognoscitivas, dando lugar a los paralogismos, las antinomias de la razón, y, en definitiva, a un discurso pesudocientífico, con apariencia racional, pero totalmente ilegítimo.
Dios, Mundo y Alma serán concebidas por Kant como ideas de la Razón que poseen un valor regulativo, en la medida que empujan al conocimiento humano hacia el conocimiento de lo incondicionado, hacia el conocimiento de principios y leyes cada vez más generales, como horizonte que nunca se alcanza.

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