miércoles, 23 de marzo de 2011

EL MATERIALISMO HISTÓRICO



Desde sus primeros escritos, Marx se sitúa entre los materialistas de la izquierda hegeliana. Pero su materialismo es totalmente diferente y revolucionario, de acuerdo con la tesis XI que escribe en contra de la filosofía de Feuerbach, principal representante de esa corriente filosófica. “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
La vida humana se construye a través de las relaciones sociales. El ser humano es un producto de la naturaleza y de la sociedad, se va haciendo en la medida que va ejerciendo una actividad productiva. La única esencia o naturaleza humana, es en realidad, el conjunto de las relaciones sociales. El individuo no es más que una abstracción. La historia es la relación entre el ser humano y la naturaleza. El medio que pone en relación al hombre con la naturaleza y con los demás hombres, es el trabajo, es decir, la producción o transformación de la naturaleza en objetos técnicos que le sirven para comerciar y subsistir. La historia es sencillamente la creación del hombre a través del trabajo: cuando el ser humano transforma la naturaleza, aparece la historia y aparece él mismo como ser social. El trabajo constituye la esencia del hombre. Cuando empieza a producir sus medios de vida, es cuando se diferencia de los animales.
Esto no significa que la historia solo cuente el desarrollo de las fuerzas productivas, es decir el desarrollo de los modos o formas de producir que hacen evolucionar al hombre; lo que quiere decir Marx es que las fuerzas productivas son los hechos históricos básicos. Por tanto, la historia tiene un fundamento real en la infraestructura o economía, y no es una mera narración o exaltación de figuras históricas. Por esta razón el materialismo histórico, (interpretación dialéctica de la historia) y el materialismo dialéctico (interpretación dialéctica de la naturaleza), son las dos vertientes de la única visión científica de la naturaleza y del hombre.
En el Prólogo a la “Contribución a la Crítica de la Economía Política”, Marx realiza un recorrido histórico a través de las diferentes etapas en que, de acuerdo a las relaciones de producción habidas, se puede dividir la historia. Estas etapas son concebidas por Marx como “modos de producción”. En todo modo de producción se puede distinguir la estructura económica y la superestructura. La estructura económica está configurada por las relaciones de producción existentes en el seno de la misma. Estas relaciones de producción no son más que la relación de poder y de dominio de carácter sociolaboral existente entre el propietario de los medios de producción con aquél que se encuentra desposeído de estos medios y se debe ofrecer como fuerza de trabajo. Estas relaciones de producción, que son independientes de la voluntad de los hombres, están determinadas por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas. En el seno de toda sociedad, las fuerzas productivas se caracterizan por su dinamismo y tendencia al progreso y al desarrollo. Pero para que este desarrollo sea pleno, efectivo y productivo precisan unas relaciones de producción que las potencien. Sin embargo, lo que ocurre suele ser lo contrario: siempre llega un momento en el que las fuerzas productivas se desarrollan hasta el punto de reivindicar unas nuevas relaciones de producción. Sólo que al estar éstas, como ya hemos dicho, basadas en el dominio y en el poder, tienden a permanecer inmutables y a perpetuarse en el tiempo. Ello conlleva una tensión social que sólo puede superarse por medio de una revolución. Esta revolución triunfará sólo si el grado de desarrollo de las fuerzas productivas es el adecuado para que la sociedad adquiera el convencimiento de que las relaciones de producción existentes son obsoletas y se produzca así una reivindicación social de unas nuevas relaciones de producción. Se producirá, según Marx, la transformación de la superestructura ideológica de la sociedad, es decir, aparecerán nuevos discursos de toda índole (político, legal, moral, religioso, artístico, etc), que tenderán a legitimar la instauración de un nuevo orden social y con unas nuevas relaciones de producción y con unas nuevas relaciones de dominio. Se pasaría así a un nuevo modo de producción, cuya evolución, tarde o temprano, acabaría mostrando la misma dinámica. De esta manera, Marx expone que se a lo largo de la historia se han producido cuatro modos de producción básico: el asiático, un modo de producción un tanto particular, ya que no había propiedad privada y, por tanto, no habría relaciones de producción ni división de clases ni cabría hablar propiamente de explotación, el antiguo, basado en la esclavitud como relación de producción, el medieval, basado en el feudalismo y el capitalista burgués, basado en el trabajo asalariado. En el paso de un modo de producción a otro se puede observar que la tensión en va en paulatino aumento, dado que el grado de explotación por parte de la clase propietaria de los medios de producción es cada vez mayor. Y ello resulta ya insoportable e insostenible en el modo de producción burgués, en el que se alcanzan cotas de injusticia social y de desigualdad desconocidas hasta entonces. Es por ello que Marx afirma que este modo de producción es el último fundado en la división de clases, ya que el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, tendentes a concentrarse cada vez de manera más notoria en menos manos y su desmedido afán por producir capital le abocarán a crisis de superproducción y a intensificar el grado de explotación, lo que propiciará una tensión social de tal índole que culminará con una revolución proletaria, de carácter definitivo, que dará lugar al modo de producción comunista, en el que quedará abolida la propiedad privada, se disolverá la diferencia de clases, se superarán todos los enfrentamientos y tensiones y se adentrará, definitivamente en el camino de la ilustración, dejando atrás la “prehistoria” y comenzando entonces la auténtica historia de la humanidad.

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