jueves, 3 de marzo de 2011

POSTULADOS DE LA RAZÓN


La Crítica de la Razón Pura había puesto de manifiesto la imposibilidad de la Metafísica como ciencia, es decir, como conocimiento objetivo acerca del mundo, en su totalidad, acerca del alma y acerca de Dios. Ahora bien, Kant no llegó a negar ni la inmortalidad del alma ni la existencia de Dios. Para el pensador alemán, el lugar adecuado en que ha de plantearse el tema de dios y del alma no se halla en la razón teórica, sino en la razón práctica.
La libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios son, según Kant, postulados de la Razón Práctica. El término “postulado”, que Kant adopta de las matemáticas, ha de entenderse aquí en su sentido estricto, como algo que no es demostrable, pero que es supuesto necesariamente como condición de la moral misma.
La ética de Kant sienta las bases para desarrollar un discurso ético absolutamente racional y autónomo, puramente formal, en tanto que nunca se nos dirá qué debemos hacer, sino cómo debemos actuar, y con un carácter universal.
Se tratará de actuar por estricto respeto al deber, con un convencimiento pleno y total de que hemos obrado de acuerdo a los principios de la razón, alejándonos por completo de una actuación contraria al deber y no contentándonos con una simple acción conforme al deber.
Kant defenderá que sólo en tanto que interioricemos la ley universal y la hagamos nuestra, en tanto que no podamos distinguir nuestra máxima de actuación de la ley moral universal, estaremos en condiciones de adquirir la dignidad humana que nos corresponde de acuerdo a nuestra naturaleza racional.
Ahora bien, esta exigencia moral de obrar por respeto al deber supone la libertad, la posibilidad de obrar por respeto al mismo venciendo las inclinaciones, deseos, etc. También la inmortalidad del alma y la existencia de Dios son postulados de la moral, según Kant, si bien en estos dos casos su razonamiento es más complicado y ha sido objeto de diversas objeciones.
En cuanto a la inmortalidad, su razonamiento es el siguiente: la Razón nos ordena aspirar a la virtud, es decir, a la concordancia perfecta y total de nuestra voluntad con la ley moral; esta perfección es inalcanzable en una existencia limitada; su realización sólo tiene lugar en un proceso indefinido, infinito, que, por tanto, exige una duración ilimitada, es decir, la inmortalidad.
Por lo que se refiere a la existencia de Dios, Kant afirma que la disconformidad que encontramos en el mundo entre el ser y el deber-ser exige la existencia de Dios como realidad en quien el ser y el deber-ser se identifican y en quien se da una unión perfecta de virtud y felicidad.

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