viernes, 29 de abril de 2011

LA VIDA HUMANA, HISTÓRICA Y SOCIAL



En su obra “Historia como sistema”, Ortega llega a integrar el tema de la razón vital con el de la razón histórica. Tras volver a dejar claro que la vida humana es para este filósofo la realidad radical indubitable, recuerda que la vida no nos es dada, que precisamos hacérnosla a nosotros mismos en cada instante, decidiendo sin cesar cuál será nuestro próximo movimiento.
Ahora bien, la opción adoptada debe comprenderse en el marco de las convicciones previas que la condicionan. Todo hombre se encuentra siempre en alguna creencia y la estructura que su vida acabe tomando se encontrará condicionada por ese conjunto de creencias, por ese conglomerado de convicciones previas, que vienen a configurar su repertorio espiritual.
Estas creencias no deben ser confundidas con las ideas que el hombre posee, con lo que el hombre piensa, bien sea en sentido general o con respecto a cuestiones concretas. La creencia es producto del desempeño de la vida misma, del acto de vivir, que se establece como fundamento de cualquier ulterior decisión. Las creencias constituyen el estrato básico, el más profundo de la arquitectura de nuestra vida. Vivimos en ellas, pero no solemos reparar en ellas. A diferencia de las ideas, que las hemos alumbrado y las tenemos, las creencias, más que tenerlas, somos.
Se encuentran ordenadas jerárquicamente y el descubrimiento de su orden secreto posibilitará la comprensión de las ideas y las decisiones que los hombres, en sus particulares circunstancias históricas, han venido adoptando. De ahí que para Ortega resulte vital sacar estas creencias a la luz.
Una de las creencias más arraigadas de la modernidad es la fe en la ciencia. Sin embargo, denuncia que en el siglo XX el racionalismo, la razón físico-matemática, esa fe en la ciencia ha entrado en crisis. Para este pensador, la causa estriba en el fracaso que esta modalidad de raciocinio muestra a la hora de sacar a la luz la naturaleza humana. “Lo humano se escapa a la razón físico-matemática como el agua por una canastilla”, dice Ortega. Pero esta crisis se manifiesta también en que la ciencia moderna ha perdido todo referente real, se ha quedado en puro intelecto, en puro juego lógico, y sólo conserva ya una dimensión pragmática.
Ello ha dejado al hombre huérfano de realidad y éste no sabe ahora a qué atenerse, en qué basarse, qué es lo que posee auténtico valor y qué no. No encuentra una razón que le lleve a lo auténticamente real y le sirva al hombre de referente, de horizonte en pos del cual canalizar su vida.
La razón histórica es la alternativa que Ortega propone para superar la crisis en la que, a su juicio, ha entrado la razón científica, que para él se encarna en la razón física. Su cultivo concederá de nuevo al hombre la posibilidad de reubicarse y retomar una nueva actitud que le conduzca a un conocimiento más pleno de todo cuanto le circunda, y, por ello, le constituye. Le permitirá al hombre volver a ser protagonista de su propia vida.

Esta razón histórica que Ortega Reivindica emana del hecho de que esa realidad radical a la que denomina “vida”, se pone de manifiesto que a ésta le es inherente el encontrarse enraizada en un contexto socio-histórico en el cual el hombre tendrá que ir configurando su ser.
Es por ello por lo que Ortega expone que "el hombre no es naturaleza, sino historia", lo que es la naturaleza a las cosas es la historia al hombre. El hombre carece de una esencia que determine su ser. Su esencia se caracteriza, precisamente por la indeterminación que concede a su ser. El hombre es un haz de posibilidades, que va tejiendo su propia existencia en la medida en que va decidiendo lo que hace a cada instante.
Ahora bien, esas decisiones se encuentran siempre enmarcadas en el determinado momento histórico que le ha tocado en suerte. Todo hombre es heredero de un pasado, de una serie de experiencias humanas pretéritas, de unas creencias que condicionan su ser y sus posibilidades en un tiempo, en una época histórica. Y ese tiempo histórico es el que hay que abordar con una razón también de corte histórico y narrativo.
A diferencia de la razón pura, científica, tradicional, que impera y determina el devenir de la vida occidental, en la que todo es tratado como frío dato objetivo al que debe llegarse a través del análisis lógico, la razón histórica no acepta nada como mero hecho, sino que atiende a la gestación de eso que ha llegado a constituirse en un “hecho”. No se trata ya de dar con la definición de lo que algo es como de poder comprender y explicar cómo algo ha venido a acontecer.
La razón histórica es la modalidad de raciocinio que, a juicio del filósofo español, mejor se ajusta al carácter histórico y vital que distingue la esencia del ser humano, y, por ende, su ejercicio el que mejor resultado puede deparar a la hora de comprender e interpretar la realidad que nos circunda. Es la única vía que Ortega encuentra para “salvar” al “yo” y su ejercicio la auténtica tarea que le corresponderá a todo aquél que aspire a encontrarse a la altura de sus circunstancias, a ocuparse con el tema propio de su tiempo.

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