lunes, 14 de febrero de 2011

LA MORAL

El pensamiento ético de David Hume es totalmente coherente con su teoría del conocimiento, y, por ello, da una gran importancia a los sentimientos, y, en cambio, no considera que la razón sea el elemento central a la hora de realizar los juicios moralesLa mayoría de pensadores anteriores han considerado que el fundamento básico de la ética ha sido siempre la Razón. En cambio, Hume no compartirá esta opinión, ya que considerará que la Razón no puede ser el único fundamento básico para las cuestiones de tipo ético. Los juicios morales determinan nuestro comportamiento al dictarse aquello que debemos hacer y lo que no. En cambio la razón no puede determinar nuestro comportamiento. El conocimiento intelectual no puede determinar o evitar un comportamiento, ya que el conocimiento sólo puede ser de relaciones entre ideas (conocimiento analítico, alejado de cualquier consideración moral) o conocimiento de hechos, (y los hechos son hechos, no juicios morales).
El auténtico fundamento básico del juicio moral lo encontramos en los sentimientos. Son los sentimientos morales los que nos pueden mostrar la bondad o maldad de las acciones humanas. Esto tiene como consecuencia más importante la no existencia de una moral general basada en la razón, sino que la moral estará basada en los sentimientos, en un sabor similar al gusto estético y, por tanto, la pretensión de crear normas morales racionales no tiene sentido. No se sabe, racionalmente, que una acción es moralmente reprobable, se siente, por ello su propuesta ética será el emotivismo moral. Ésta será la primera propuesta de carácter democrático basado en la regla de la mayoría, al igual que los sistemas democráticos actuales, será la utilidad de los seres humanos el planteamiento propio del hecho ético y político.
Hay que tener igualmente presente que Hume no niega que la razón intervenga a la hora de crear el juicio moral, lo que niega es que sea la única que interviene, y, incluso, niega que sea el elemento más importante, pero sin llegar a negar que la razón esté fuera de la elaboración del juicio moral.

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