martes, 23 de noviembre de 2010

LA TEORÍA DE LAS IDEAS


La comprensión de la teoría de las Ideas de Platón requiere tener en cuenta su posicionamiento político. Platón parte de la siguiente premisa: la política debe ser una ciencia; en consecuencia, sólo deben gobernar aquellos que muestren el conocimiento suficiente de lo que es justo y correcto. Al constatar en repetidas ocasiones que esto no se produce, que los gobernantes se caracterizan por tomar decisiones injustas y atendiendo a intereses propios, considera imprescindible llevar a cabo una reflexión teórica, con el fin de diseñar un proyecto político en el que se determine cómo debe darse la polis perfecta, aquella en la que reine la justicia y la armonía. Este planteamiento descansa sobre la implícita aceptación del intelectualismo moral socrático, según el cual, nadie que conozca lo que realmente es la justicia, querrá obrar en contra de ella.
Reclama, por tanto, Platón, la sabiduría para el gobernante, que éste posea conocimiento de lo más verdadero y deseable, pues sólo así será capaz de llevarlo a la práctica. Esa sabiduría no puede descansar en el ámbito de lo sensible, de aquello a lo que se accede básicamente a través de los sentidos, pues se caracteriza por su constante y perpetuo devenir. No ve Platón forma de adquirir un conocimiento fiable y definitivo de aquello que está continuamente cambiando, del ámbito en el que todo es puro avatar, puro accidente, pura contingencia. De ese tipo de entidad, que sólo posee ser en apariencia, sólo se puede tener una mera opinión temporal, circunstancial y falible. Opinión que, en el mejor de los casos coincidirá con la verdad, pero por pura casualidad y sólo de forma coyuntural.
Resulta, por tanto, imprescindible trascender el ámbito de lo sensible para acceder al único ámbito en el que el ser puede cumplir las exigencias de lo establecido por Parménides: permanecer siempre igual a sí mismo, sin padecer cambio alguno, porque es perfecto y completo, eterno y necesario.
Será el ámbito de lo que Platón denominará “ideas”, “formas”, “eidos”: las auténticas realidades, las auténticas esencias, al que sólo puede accederse a través de la pura racionalidad en su despliegue dialéctico, confrontando realidades opuestas hasta llegar a aquella cuyo ser resulte incontrovertible.
Ahí se desvelará que, frente a la materialidad de lo sensible, las ideas son inmateriales, frente a la multiplicidad de lo sensible, las ideas son únicas, frente a la particularidad de lo sensible, las ideas son arquetípicas, subsistentes por sí mismas y causas esenciales de las cosas del mundo sensible. Éstas, realizadas por esa inteligencia ordenadora que manipula la materia de acuerdo al patrón de las ideas, el Demiurgo, vienen a ser copias o meras participaciones de las auténticas realidades.
Platón lleva a cabo un profundo análisis del ámbito de lo inteligible y llega a la conclusión de que el mundo de las ideas es un mundo perfectamente ordenado y jerarquizado, encontrándose en la cúspide la Idea de Bien. Se trataría de lo máximamente real, del fundamento de todo ser, de la expresión de orden y del sentido racional de lo real; principio unificador en torno al cual se agrupan y ordenan el resto de las idas.
Las funciones principales de este concepto en la obra de Platón son:
Ø Ontológica, en tanto que la idea de bien es el máximo grado de realidad: causa esencial del ser de las restantes ideas y de las cosas del mundo sensible
Ø Epistemológica: causa de la inteligibilidad o ocognoscibilidad de las restantes ideas. Lo que hay de racionales en las ideas se debe a una participación en la propia idea de Bien
Ø Ética-Política, en tanto que fundamento ético, pues es preciso su conocimiento para encauzar sabia rectamente tanto la vida privada como la pública: el gobernante precisa haber accedido a la intuición intelectual de la Idea de Bien para así poder gobernar conforme a ella.

Nos encontramos por tanto ante una teoría que presenta un evidente dualismo ontológico, en la que sólo posee auténtico valor de ser aquello a lo que se accede a través de la pura racionalidad en su despliegue dialéctico. En este ámbito de lo inteligible, todo acontece de forma necesaria; posibilita cualquier tipo de conocimiento del mundo sensible, ya que es previo, desde el punto de vista lógico y temporal, a lo que se accede a través de los sentidos, sólo cognoscible en la medida en que en alma ya se posee en ciernes el conocimiento de la idea que lo propicia.
Platón determina así la existencia de lo sensible, en tanto que racionalizado y concebido en función de la idea que lo causa y lo que suceda en ese ámbito resultará más o menos racionalizado en función de un conocimiento más o menos perfecto de la idea o de las relaciones de las ideas que lo provocan.De ahí que su conocimiento resulte indispensable para todo aquél que aspire a gobernar la polis, pues sólo así estará en condiciones de dar una solución radical a las innumerables injusticias provocadas por el caos y la falta de raciocinio, que viene caracterizando al gobierno de todas las polis del siglo IV a. C. en la Hélade.

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